El Tratado Comercial entre México, Estados Unidos y Canadá es la evolución de un complejo camino que México emprendió en 1980 con el presidente Miguel de la Madrid. En la década de los 80’s se tomó la decisión de iniciar un proceso de liberalización unilateral que comenzó con la eliminación de permisos de importación y la disminución de la protección arancelaria. Así, la cobertura de restricciones arancelarias que se extendían al 100% de las importaciones en 1982 disminuyó al 37.5% en 1985, mientras que el arancel promedio pasó de 27% a 22.6% en 1986.
Sería hasta 1986 que México formaría parte del Acuerdo General de Aduanas y Comercio (GATT por sus siglas en inglés). La adhesión de México al GATT significó un compromiso multilateral a no tener aranceles superiores al 50% para los bienes importados -situación que era muy sencilla de cumplir dado el proceso previo-; sin embargo, en la Ronda de Uruguay el sector agropecuario se separó de dicho acuerdo pudiendo tener aranceles superiores al 50%.
El inicio de la administración Salinas (1988-1994) dio paso a la conclusión de la liberalización unilateral y, se establecieron políticas como un arancel mínimo de 10% a los bienes importados con el fin de cerrar la dispersión arancelaria. El objetivo del primer año de gobierno fue aprovechar las ventajas de la adhesión al GATT para expandir las exportaciones mexicanas en especial con EE. UU. Sin embargo, para poder alcanzar mayores beneficios del comercio internacional y la atracción de inversión era necesario negociar con la mayor economía del mundo un acuerdo integral. El primero de enero de 1994 -después de cuatro años de trabajo- se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). En ese momento, el TLCAN era la mayor zona de libre comercio del mundo con un enfoque disruptivo ya que se incluían desgravaciones a bienes, servicios, inversión extranjera, respeto a la propiedad intelectual, compras gubernamentales y mecanismos de solución de controversias. En la siguiente tabla se puede observar como la firma del TLCAN dinamizó las exportaciones de México en un periodo muy corto de tiempo.
El TLCAN fue un parteaguas en la política de comercio exterior de México que derivó en negociaciones con países de Latinoamérica, la Unión Europea, APEC, Israel, Japón y recientemente la entrada al CTPP.
La firma del TLCAN generó mucha incertidumbre en el tema agroalimentario, ya que se las reacciones eran que el sector había perdido en la negociación y que la agricultura nacional desaparecería. Lejos de desaparecer la agricultura de México, a lo largo del tiempo se fortaleció y explotó las ventajas competitivas con las que cuenta el país. En la siguiente gráfica podemos apreciar el comportamiento de la balanza agroalimentaria nacional.
El comercio exterior agroalimentario con EE.UU es aproximadamente el 80% del valor total de las exportaciones de acuerdo a información de SIAP. Desde la apertura comercial del TLCAN el crecimiento de las exportaciones se ha incrementado en 843% o ha crecido a una tasa media anual de 9% y en los últimos 5 años ha presentado un saldo positivo en la balanza. Se estima que para 2019 el cierre de las exportaciones será del orden de 37 mil millones de dólares, de los cuales 30 mil millones son por ventas al mercado de Norteamérica.
México, exporta grandes volúmenes de frutas, hortalizas, cerveza, mezcal, azúcar y bovinos hacia EE. UU. e importa principalmente granos, oleaginosas, lácteos y cárnicos de nuestro socio comercial. Existe una gran vinculación de ambas economías la cual fue perfeccionada y regulada por el TLCAN y el trabajo de 25 años entre las partes.
La renegociación del tratado de libre comercio en el capítulo agropecuario no fue tan álgida como otros apartados del acuerdo comercial, lo cual tiene mucho sentido, debido a que México es el mayor importador de maíz en el mundo con 16 millones de toneladas anuales (cierre estimado 2019) y el mayor proveedor de dichos granos es EE. UU. con un valor de mercado -granos y oleaginosas- cercano a los 5 mil millones de dólares anuales. El nuevo texto aprobado por las partes y ratificado por el Senado de México no tiene grandes cambios en el apartado agropecuario como tal; aunque se observan condiciones favorables como el reconocimiento al tequila y mezcal como producto distintivo de México.
La preocupación que el sector agroalimentario debe de tener es la lectura armónica de todos los capítulos del nuevo tratado en el cual observamos que las reglas de cuidado al medio ambiente y responsabilidad social que podrían volverse unas barreras técnicas en el comercio internacional para productos como aguacate -derivado de la deforestación- o de la pesca -sobre explotación de las pesquerías-. Asimismo, el capítulo laboral hace patente la eliminación del trabajo infantil y el cuidado al trabajador que podría desatar paneles sobre las condiciones de los trabajadores agrícolas -es necesario recordar los problemas que pasó el sector hortícola hace unos años-.
La renegociación del T-MEC coincidió con la revisión de los Acuerdos de Suspensión del tomate y azúcar. Los productos antes mencionados, se encuentran dentro de las fracciones arancelarias incluidas en el nuevo tratado de libre comercio; sin embargo, su comercio tiene un tratamiento especial determinado por los fallos de las cortes respecto al dumping comprobado. El tomate mexicano exportado hacia EE. UU. a partir del nuevo Acuerdo de Suspensión debe de ser supervisado en frontera; lo que entorpece el libre movimiento de mercancías entre ambas naciones. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Arizona (2018) en promedio diariamente cruzan la frontera más de 9.4 millones de libras de tomate -equivalente a 100 camiones- y actualmente por las medidas se han rechazado el 10% de los embarques -incrementando los precios en EE. UU.- El sector azucarero por su parte tiene que enviar productos con ciertas características, medidas que mantiene el status quo de los refinadores de azúcar norteamericanos.
El último apunte sobre el nuevo tratado es sobre los subsidios a la producción agrícola que pueden distorsionar el comercio internacional. En el caso de México es poco probable que con la estructura de subsidios aprobados para el ejercicio fiscal 2020 genere alguna controversia; sin embargo, nuestro socio comercial cuentan con diversos subsidios en el Farm Bill que podrían afectar el interés de la agroindustria nacional, pero el árbitro al cual deberemos de acudir para resolver cualquier controversia serán los tribunales en EE. UU. en lugar de la OMC.
La modernización del Tratado de Libre Comercio con nuestros socios comerciales era necesario; sin embargo, los términos sobre los cuales se negoció el tratado generan amenazas para el sector exportador agroalimentario de México por i) incidentes ambientales; ii) cumplimiento de acuerdos laborales; y, iii) instancias para solucionar controversias. Las medidas proteccionistas dentro de un acuerdo comercial lo que genera es la pérdida de bienestar de los consumidores.